Se mantiene la prohibición respecto a la venta y consumo de Marihuana 1969

SABADO, 25 DE ENERO DE 1969. LONDRES. El ministro de Interior anuncia un proyecto de ley tendente a reforzar las penas por el uso de las drogas.

«En tiempos en los que sufrimos tantas plagas sociales en el país, sería puro masoquismo el estimular otras por medio de la indulgencia de la ley.» El ministro del Interior, James Callaghan,ha dado de esta manera un no rotundo al informe de la «Comisión Wootton», hecho público el pasado día 6, según el cual debían aliviarse las penas previstas para aquellos que venden o fuman la marihuana o «Cannabis indica». Esta droga, cuyo consumo adquiere cada vez mayor auge, muy especialmente en el mundo intelectual, se considera en el citado informe como«menos peligrosa que el alcohol», y desde el punto de vista de algunos médicos que han servido de asesores científicos, «de efectos nada perjudiciales a largo plazo siempre que se fume con moderación»

El ministro del Interior se ha encontrado entre dos» fuegos y ha sabido darla solución exacta y de ahí que tanto la mayoría como la oposición le hayan tributado un aplauso cerrado en la Cámara de los Comunes cuando expresó su negativa a una cosible reducción de penas por tal delito. Actualmente, estas penas oscilan entre diez años de prisión y una multa de mil libras o ambas cosas a un tiempo, y entre cuatro y doce meses de prisión y multas de cien a doscientas cincuenta libras, según los casos. La Comisión, creada por el Gobierno para estudiar el problema, estaba compuesta por once personas y presidida por Lady Wootton. Sólo dos de sus miembros, el sociólogo Michael Schofield y el inspector de Scotland Yard, P. E. Brodie, expresaron reservas en cuanto a medidas da indulgencia alcanzadas en conclusión.

El informe en cuestión creó cierto ambiente de duda que, afortunadamente, ha venido a despejar uno de más fuerza: el emitido por la Organización Mundial dé la Salud. ; EL INFORME DE LA OJW.S. Según los expertos de la O.M.S., si el uso de la marihuana no es susceptible de producir el hábito funesto que causan otras drogas más peligrosas, como la morfina o la heroína, todo viene a demostrar que a largo plazo crea un hábito psicológico capaz de producir numerosas’ anomalías, como perturbaciones mentales. En suma, en este informe se llega a la conclusión de que hay que desconfiar de todo optimismo sobre el empleo moderado de la marihuana, y que es mejor prevenir que sufrir las consecuencias. En resumen: se prohibe el empleo de esta droga, y se mantienen en todo su rigor las diversas disposiciones que condenan, según los países su venta y consumo. El informe de la O.M.S. ha sido para el señor Callaghan un espléndido regalo. Así, al anunciar su negativa a toda indulgencia en el caso de la marihuana, ha dicho que se encuentra en preparación un proyecto de ley para cortar de modo más riguroso el peligro de las drogas, aunque en este texto legal se establecerá una escala de penas más equitativa en orden a los grados de culpabilidad individual. Es decir, un traficante es mucho más responsable que el pobre infeliz que cae en manos dela justicia a la primera de cambio. Naturalmente, vino a decir el ministro, hay quienes afirman que la marihuana. es anodina, menos perjudicial que el mismo tabaco, pero en esto de las drogas lo funesto es dar el primer paso. En consecuencia: no se reducen las penas en vigor ni se hará la vista, gorda en materia de «Cannabis».

UN PROBLEMA GRAVÍSIMO (Juas!) Las drogas han causado y causan en Gran Bretaña un daño incalculable. Pero de los noventa y cinco estupefacientes en circulación, de los cuales sesenta y siete son sintéticos, todo gira actualmente entorno a la marihuana, la grifa, el «cannabis», o como ustedes quieran llamar, que se ha convertido en una especie de cigarrillo casi normal en numerosos medios sociales. Mucho más baraja que los narcóticos de alto vuelo (como el «LSD», cuyos efectos duran unas doce horas, o el «STP», que mantiene al individuo en su paraíso unos cuatro días, sin citar los muy conocidos como la morfina, la cocaína o la heroína), la marihuana, tan popularizada en las estrofas de «La cucaracha», aparece como la droga inocente; sus efectos no van más allá de un amable sopor, una sensación de calma, una alegría interior, etcétera. Pero, como muy bien opinan numerosos médicos y sociólogos, éste no es más que el primer paso en una carrera de toxicomanía acelerada. La gravedad del problema es inmensa y la policía sigue de cerca a los proveedores de estos «medios de inspiración»,como se les llama por muchos artistas y escritores. Por ello, el escándalo fue mayúsculo cuando. hace poco más de un año, nada menos que el «Times» dedicó una página de publicidad a una petición en favor del libre consumo de la marihuana. Entre los firmantes de la petición figuraban un Premio Nobel de Medicina, un doctor Francis Crack, un escritor como Graham Greene, un pastor protestante, el reverendo Víctor Kennan, el director cinematográfico Peter Brook, dos «Beatles», John Lennon y Paul Mc-Cartney, los diputados Driberg y Walden (ambos laboristas) y otras personalidades conocidas. Los firmantes pertenecen a una organización llamada «Soma», cuyo objetivo es «fomentar la investigación, sin prejuicios, de los aspectos jurídicos, morales, sociales y filosóficos de los estados secundarios producidos por aquellas drogas , capaces de crear la felicidad», así como «las posibilidades de un incremento del estado de consciencia mental». El llamamiento, o la petición, como se le quiera llamar,estaba encabezado por una frase ‘de Spinoza: «Todas las leyes que pueden ser violadas sin perjuicio para nadie, se convierten en textos irrisorios».

UN EXTRAÑO FOLKLORE Y SUS • CONSECUENCIAS Con defensores de tanto prestigio, la marihuana tuvo hasta su manifestación. Centenares y centenares de «hippies» y de «flower Children» se concentraron en la esquina de los oradores de Hyde Park para escuchar un discurso en estilo hermético pronunciado por el poeta norteamericano Alien Ginsfoerg, acompañado por las quejas de un órgano de feria. Una jornada llena de color, de flores, de himnos y de pelo, que terminó en torno a la estatua del principe Alberto, donde se cantaron largos poemas al amor y a la marihuana. Puro folklore que no llegó más lejos.Pero vinieron las declaraciones en periódicos y en televisión, de famosos cantantes «pop» y de actores cinematográficos, que hablaban con toda naturalidad, no de la marihuana o de los barbitúricos y las anfetaminas de los aprendices, sino de los efectos del «L.S.D.». Eran los licenciados en Toxicomanía ante los del primero de bachillerato. Entre estos y tantos relatos como se han publicado, tanta importancia como se le ha dado a la detención de tal cual «Beatles o «Rolling Stone», por haberse puesto morados de fumar marihuana, el consumo de los cigarrillos en cuestión se ha convertido en una de esas plagas sociales a las que se refería el ministro del Interior. Y se ha decidido cortar por lo sano o por lo contaminado, que es más correcto. A veces, entre tanta publicidad insensata como se le da a esos’ casos citados, surge el grito de alarma, como el de la muerte de una joven que se había pasado de la raya con las «píldoras de felicidad», las anfetaminas que se pretende son menos peligrosas que los estupefacientes. Pero el susto dura poco tiempo y la carrera prosigue. Por todo ello, el ministro del Interior ha salido al. paso con el anuncio de un proyecto de ley destinado a mantener en pie el principio de la represión, sin distinciones entre drogas benignas y malignas, aunque con un sentido de justicia por lo que se refiere al pobre diablo y al diablo rico. Al señor Callagham le importa bien poco, y hace muy bien, el que la cucaracha deje de caminar por falta de marihuana. Lo que le importa es que el país marche bien y que se ponga coto a este «cigarrillo inocente» que, según se afirma, es menos peligroso que el alcohol, pero que es un primer paso hacia la carrera de la toxicomanía

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